viernes, 14 de marzo de 2014

EL FIN DE ATAHUALPA


Mucho se ha escrito de este pueblo, el Inca[1] (Inka o Inga), pero de lo que voy a tratar en este breve artículo dista mucho de versiones oficiales, siendo esta una breve profundización de esa verdad intrínseca que se exime cuando la profundidad de la temática remueve los pilares de la “Verdad”. Las especulaciones vertidas sobre este campo, el de la verdadera revelación de los pueblos precolombinos, son numerosas, prevaleciendo la infamia de la literatura “oficial”, pretendiendo imponer ante todo una ÚNICA VERDAD sin dar opción a una revisión socio-antropológica de lo acontecido por los verdaderos pobladores de “Las Américas”, o como bien diría el Prof. Jacques de Mahieu, Huitramannaland[2].

*****

D. Pedro de Cieza de León, en ‘Las Crónicas de América’ mantiene que en Perú, se distinguieron dos tipos distintos de indios, unos de carácter indómito y otros domésticos: “Muchos se espantan cómo estos indios, teniendo muchos dellos sus pueblos en partes dispuestas para conquistarlos… como han salido tan indómitos y porfidiados… A lo cual diré que todos los indios sujetos a la gobernación de Popayán han sido siempre behetrías[3]. Son flojos, perezosos y sobre todo aborrescen el servir y estar subjetos… y por esto sirven cuando quieren y es en su mano la guerra o la paz… Los del Perú sirven bien y son domables porque tienen más razón que éstos y porque todos fueron subjetos por los reyes ingas, a los cuales dieron tributo, sirviéndoles siempre, y con aquella condición nascían…”.

Primera edición de la 'Crónica del Perú' de Don Pedro de Cieza de León, 1553.

Visión que el Prof. Jacques de Mahieu modificó tras los estudios realizados a lo largo del continente americano.
El diplomático y escritor chileno D. Miguel Serrano hace también referencia a la misma teoría, la que yo autodenomino “El Retorno de los Dioses Blancos…”

Las leyendas sobre los Dioses Blancos es algo que podemos comprobar con énfasis a lo largo de todo el continente americano, desde Tenochtitlán hasta la provincia de Bio-Bio en el sur de Chile.


En una de las conversaciones que mantuvo Irene Klatt con Don Miguel Serrano, le narró la siguiente historia sobre el Impero Azteca: “Desde hacía mucho tiempo que los aztecas esperaban el retorno de Quetzalcoatl, el Dios Blanco, el Hombre-Dios… que había prometido retornar… Mas, el que venía en esa casa flotante era Hernán Cortés, barbado y blanco como el mítico Quetzalcoatl… Moctezuma no le combatió y él destruyó el Imperio de Tenochtitlán”.
—Historia vinculada con lo acontecido en el Perú—, Irene prosiguió narrando: “Quetzalcoatl no volvió más, se trasladó al otro extremo del mundo y reconstruyó el Imperio de Tiahuanacu, con los ‘atumarunas[4]’, los verdaderos autores de los ‘caminos del Inka’ ”.

El motivo de narrar estos dos enfoques sobre el Imperio Inca, el del colonizador hispano y la historia a posteriori sobre “mitología precolombina”, es ni más ni menos con la idea de extraer la conclusión más clara sobre los antecedentes de la “visión de los vencidos”, o mejor dicho, parte de su Welstanchauung[5] para llegar a comprender el ocaso (en parte voluntario) de esa gran civilización, provocado bajo las manos usurpadoras del colonialismo hispano-católico.

La idea, por parte de una cultura avanzada con ascendencia elevada en la jerarquía del pueblo, sobre el retorno de los Dioses Blancos, motivo que en parte, la zona más culta y evolucionada, la cual permanecía fiel a su tradición, se desprotegiera e incluso recibiera con manos abiertas a los colonizadores. Creyendo de esta manera, que era Viracocha el que venía, pues en todo momento la leyenda del retorno de Viracocha[6] o Wiracocha[7] estaba plasmada en la mitología Inca, más bien, y por lo comprobado sobre casi toda la cultura precolombina, citando al profesor C. G. Jung, me atrevería a decir que se hallaba inmersa en el inconsciente colectivo de los habitantes de Huitramannaland. Quizás lo que mento como mitología o el uso del inconsciente colectivo, no dejan de ser conclusiones falsas o una suma de la realidad cognoscible, puesto que por una vez podríamos estar hablando de que esos Dioses existieron como entidades físicas, quizás siglos antes de la llegada de los españoles[8].

En todas las antiguas leyendas de los pueblos de los Andes aparece un individuo barbudo, de piel blanca, envuelto en halo de misterio. Aunque sea conocido por distintos nombres en diversos lugares, se trata siempre de la misma figura: Viracocha.

Esa fe inquebrantable de la mayor parte del pueblo Inka, fue la que motivó a una rendición sin condiciones, proporcionó a los conquistadores de Pizarro la ventaja estratégica y psicológica que necesitaban para dominar a las fuerzas incas, numéricamente superiores.

Por otro lado encontramos esos pueblos, que como bien narra D. Pedro de Cieza de León, no les importa combatir porque no aceptan ningún tipo de caciquismo, quizás por vivir de una manera… ¿“anárquica”?

Claramente la falta de tradición, orden, disciplina, cultura,… les hace en este caso menos débiles en cuanto al sometimiento frente al enemigo, pero de nada les sirve, pues realmente y a pesar de las narraciones sobre dicho pueblo, su decadencia era inevitable por carecer de principios básicos, por lo que a la larga, si no debido al Imperio Español, hubiesen involucionado por propia inercia, demostrado está, que a pesar de su altivez carecían de estrategia frente a los colonizadores.

Caso contrario es el del protagonista del artículo, Atahualpa, el mestizo, siendo un caudillo Inka, que como tal, hizo uso de todos los medios posibles para frenar al enemigo invasor, y por inferioridad tecnológica sucumbió ante Pizarro, no antes de haberle derrotado en una gran batalla. Posteriormente le dieron muerte y sepultura bajo el rito católico.

Atahualpa Yupanqui

Ya nombraban los cronistas su bravura y carácter indómito: “… Atahuallpa cruel y vengativo;…hombre de más ánimo y esfuerzo….…se determinó de reinar, y por ello quebrantar las leyes que sobre ello a su usanza estaban establecidas por los Incas”.

Esta pues, es la tercera y última visión de los vencidos, la visión de Atahualpa el último caudillo Inka.



[1] Según los cronistas el verdadero nombre del pueblo es INGA, pero tras la llegada de los españoles el nombre declinó en INCA, a posteriori el Prof. De Mahieu argumentó que el verdadero nombre es INKA basándose en los descubrimientos europoides de vestigios de cultura vikinga en América del Sur, y atestiguando que el imperio Inca es descendiente en parte de los vikingos. Ante una desigualdad lingüística como tal y sin menospreciar ninguno de los nombres mentados anteriormente, a lo largo del artículo haremos mención a los tres, dando de dicha manera una pluralidad lingüística de carácter antropológico al escrito.
[2] “Tierra de Hombres Blancos”. Este término escandinavo fue usado por primera vez por los vikingos cuando visitaron América. En un mapa de 1515 figura el término latinizado como Albania (La Blanca).
[3] Sin cacique o señor.
[4] De Mahieu nos dice que atumaruna o atumuruna es el nombre que los indígenas dieron a los blancos que vinieron a reconstruir Tiahuanacu, significando "cabeza de luna", "cara pálida", como el apelativo que los pieles rojas norteamericanos dieron también a los blancos. Hatun también significaría gigante, del escandinavo yötun o norres.
[5] Cosmovisión de mundo, esencia,…
[6] Es nombre germano o norrés, compuesto de ver (hombre, vir latino) y cocha, deformación indígena de Gott, Dios. Verr-Gott (Hombre - Dios), según Miguel Serrano.
[7] El mismo nombre Wira-Cocha provendría de dos raíces germánicas: Wirth (Blanco) Goth (Dios). Wirth Goth = Wiracocha = Dios Blanco, según la teoría del profesor de Mahieu.
[8] Hace referencia a la teoría de los papas irlandeses, seguida de la venida de los vikingos y por último los Templarios, según la Jacques de Mahieu, ellos serían los Dioses del pasado, principalmente los papas irlandeses y los vikingos.